Olga, de 26 años, acude a terapia porque nota que su relación actual no le hace sentir completamente a gusto. A lo largo de las sesiones explica que su pareja suele hacer comentarios críticos sobre pequeñas cosas, cuestionando sus decisiones o gustos. Además, muestra actitudes de superioridad o competitividad, intenta imponer su opinión en distintos aspectos de la relación y tiende a desvalorizar sus ideas.
Durante las sesiones con Olga, observamos que este patrón no es exclusivo de su relación actual. A lo largo de sus relaciones anteriores también se ha sentido atraída por hombres con comportamientos similares: seguros de sí mismos, con aparente control y carisma, pero también con una tendencia a la dominancia o la crítica. A pesar de que estas relaciones no siempre la hacían sentir cómoda, había algo en ese tipo de figura que le resultaba familiar y atractivo.
Cómo la masculinidad tóxica influye en nuestras elecciones
Lo que Olga experimenta refleja dinámicas asociadas a la masculinidad hegemónica —un ideal cultural que asocia el valor del hombre con el poder, el control emocional, la independencia y la competitividad— (Connell & Messerschmidt, 2005). Este modelo puede tener consecuencias tanto para quienes lo encarnan como para quienes se relacionan con él.
La investigación muestra que los hombres que interiorizan fuertemente estos ideales suelen presentar mayores niveles de autoexigencia, represión emocional y actitudes defensivas en las relaciones (Levant & Richmond, 2007; Vogel et al., 2011). A la vez, las personas que han crecido en entornos donde este tipo de masculinidad era admirada o percibida como “normal” pueden desarrollar una atracción inconsciente hacia perfiles que encajan con ese patrón, incluso cuando reproducen dinámicas poco saludables (Mahalik et al., 2007).
Comprender esta influencia no busca culpabilizar la atracción, sino hacerla consciente: reconocer que muchos de nuestros patrones afectivos están modelados por aprendizajes culturales y experiencias tempranas, más que por una elección libre y deliberada.
Intervención terapéutica
En el trabajo con Olga adoptamos un enfoque integrador, combinando distintas herramientas terapéuticas:
- IFS (Internal Family Systems) permitió explorar las partes internas que buscaban validación o seguridad en relaciones con este tipo de hombres. Algunas partes asociaban la fuerza o el control con protección, mientras que otras sentían miedo o sumisión. Dar voz y espacio a todas ellas ayudó a Olga a integrar sus necesidades de seguridad y autonomía.
- Desde CFT (Compassion Focused Therapy) trabajamos la autocompasión como antídoto frente a la autocrítica (“otra vez me pasa lo mismo”, “no aprendo nunca”). El desarrollo de una mirada compasiva facilitó un diálogo interno más amable y una reducción de la vergüenza, emociones clave en la regulación del apego (Gilbert, 2014).
- Con EMDR, abordamos experiencias previas de rechazo o crítica que podían haber reforzado la asociación entre amor y exigencia, ayudando a su sistema nervioso a desvincular el afecto del control.
- Finalmente, desde la terapia cognitivo-constructivista, revisamos las creencias sobre el amor (“el amor verdadero requiere sacrificio”, “los hombres fuertes son los más atractivos”), promoviendo elecciones más conscientes y equilibradas.
El caso de Olga nos recuerda que la atracción no siempre es un indicador de bienestar emocional, y que muchos de nuestros vínculos están atravesados por patrones culturales y experiencias tempranas que se repiten de forma automática.
Reconocer estas dinámicas no implica culpa, sino oportunidad de conciencia: aprender a distinguir entre lo familiar y lo saludable, entre el amor que tranquiliza y el que nos mantiene en tensión. Desde la terapia, acompañar este proceso permite recuperar la capacidad de elegir relaciones basadas en el respeto, la calma y la reciprocidad.
Bibliografía
Connell, R. W., & Messerschmidt, J. W. (2005). Hegemonic masculinity: Rethinking the concept. Gender & Society, 19(6), 829–859. https://doi.org/10.1177/0891243205278639
Gilbert, P. (2014). The origins and nature of compassion focused therapy. British Journal of Clinical Psychology, 53(1), 6–41. https://doi.org/10.1111/bjc.12043
Levant, R. F., & Richmond, K. (2007). A review of research on masculinity ideologies using the Male Role Norms Inventory. The Journal of Men’s Studies, 15(2), 130–146. https://doi.org/10.3149/jms.1502.130
Mahalik, J. R., Burns, S. M., & Syzdek, M. (2007). Masculinity and perceived normative health behaviors as predictors of men’s health behaviors. Social Science & Medicine, 64(11), 2201–2209. https://doi.org/10.1016/j.socscimed.2007.02.035
Vogel, D. L., Heimerdinger-Edwards, S. R., Hammer, J. H., & Hubbard, A. (2011). “Boys don’t cry”: Examination of the links between endorsement of masculine norms, self-stigma, and help-seeking attitudes for men. Psychology of Men & Masculinity, 12(1), 37–50. https://doi.org/10.1037/a0020515
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