El caso de Violeta: cómo descubrió la influencia de su patrón relacional en sus relaciones afectivas 

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Sílvia Duran

Doctora en Psicología y Psicóloga Sanitaria

¿Sabías que cada uno de nosotros tiene un patrón relacional que influye tanto en nuestras relaciones con los demás cómo en la relación que mantenemos con nosotros mismos? 

Si analizas con atención cómo te comportas en tus vínculos —ya sean afectivos, laborales o sociales— es probable que detectes algunas formas de actuar que se repiten, incluso con personas distintas. A eso nos referimos cuando hablamos de patrón relacional: las formas recurrentes y características con las que interactuamos con el otro (Riso, 2010; Bleichmar, 2005). Aunque, por supuesto, cada relación es única, hay ciertos comportamientos que tienden a mantenerse.

El patrón relacional no es algo negativo, ni tampoco se puede evitar tenerlo. Es una construcción que desarrollamos a lo largo de nuestra vida, influida por nuestras primeras experiencias vinculares, las dinámicas familiares y el entorno social. Lo importante es que, al tomar conciencia de nuestro patrón, podemos ajustar aquellos aspectos que nos alejan de nuestras necesidades relacionales más auténticas.

El caso de Violeta

Violeta acudió a consulta porque sentía que cada vez se estaba aislando más. Recuerdo que me dijo: 

“Tengo ansiedad cuando paso mucho tiempo con alguien, sobre todo si estoy a solas con una amistad”. “Cuando conozco a alguien y la relación empieza a ser más profunda, me entra un malestar que solo desaparece si me alejo”. “Prefiero evitar muchos encuentros… incluso con mis amigas de toda la vida me siento incómoda”.

Estas frases reflejan un patrón relacional basado en actitudes evitativas que buscan mantener una distancia emocional, incluso con personas cercanas. Estas estrategias —aparentemente contradictorias— funcionan como mecanismos de protección frente a la posibilidad de experimentar dolor emocional o sentirse vulnerable (Levine & Heller, 2012; Shapiro, 2018). 

Aunque no siempre es consciente de ello, Violeta ha aprendido a protegerse de la vulnerabilidad emocional que implican los lazos afectivos. Sin embargo, esta forma de protección también le genera sufrimiento, hasta el punto de sentirse aislada, incluso deseando estar cerca de los demás.

¿Qué influye en la creación de nuestro patrón relacional?

Nuestro patrón relacional está influido por múltiples factores:

1. Las experiencias tempranas de apego:

Según la teoría del apego (Bowlby, 1982; Riso, 2010; Levine & Heller, 2012), los vínculos con nuestros cuidadores primarios configuran un modelo interno que usamos como base para nuestras relaciones adultas.

En el caso de Violeta, descubrimos que había crecido con un padre ausente emocionalmente y una madre intrusiva e invalidante, lo que la llevó a asociar los vínculos cercanos con invasión y dolor, generando una tendencia a protegerse retirándose.

2. Las dinámicas familiares disfuncionales:

Desde la mirada sistémica (Minuchin, 1974; Nichols, 2020), las dinámicas familiares y los roles que asumimos en ellas también dejan huella. 

Violeta fue una niña parentalizada: tuvo que asumir responsabilidades emocionales que no le correspondían. Esta experiencia fomentó una autonomía precoz y una desconfianza hacia los vínculos adultos.

3. La influencia del contexto social y grupal:
Vivimos en una sociedad que valora la independencia, el autocontrol y el no “molestar” con nuestras necesidades emocionales. Esta cultura del individualismo puede reforzar patrones que premian la autosuficiencia y penalizan la vulnerabilidad (Brown, 2021; Cacioppo & Patrick, 2008). 

Violeta internalizó la idea de que pedir apoyo es sinónimo de debilidad, y que necesitar a alguien emocionalmente es peligroso. 

¿Es posible cambiar el patrón relacional?

Sí, el patrón relacional no es rígido. A través del trabajo terapéutico, se puede flexibilizar y ajustar para hacerlo más coherente con nuestras necesidades afectivas reales y actuales.

Con Violeta trabajamos desde una perspectiva integradora centrada en el apego, el trauma relacional, la reorganización del sistema de creencias y el modelo de Sistema de Partes (IFS). 

Comenzamos por tomar conciencia de su patrón, analizando sus relaciones afectivas pasadas (de amistad, familia y pareja) e identificando factores comunes en su comportamiento. Desde la terapia conductual, exploramos sus respuestas habituales (conductas de evitación, silencios prolongados, cancelación de planes, etc.) y el contexto en que aparecían, observando cómo reforzaban su malestar.

Seguidamente, desde la perspectiva de IFS (Internal Family Systems, Schwartz, 2001), identificamos las partes protectoras que evitaban el contacto emocional, entendiendo su intención de protección y diferenciándolas de las necesidades emocionales más profundas. Esta comprensión interna ayudó a Violeta a acercarse de forma más compasiva a su mundo interno, sin forzarse a vincularse desde lugares que todavía sentía inseguros.

A nivel cognitivo, identificamos y revisamos sus creencias limitantes aprendidas, que sostenían ese patrón, como por ejemplo “si me muestro vulnerable, me harán daño” o “necesitar a alguien es depender demasiado”, trabajando su reformulación desde una mirada más funcional y compasiva (Beck, 1995; Freeman et al., 2004).

También trabajamos en su gestión y regulación emocional a través de técnicas de integración cuerpo-mente, visualizaciones y recursos de autocompasión.

Por último, procesamos vivencias dolorosas del pasado mediante EMDR (Shapiro, 2018), facilitando una comprensión más profunda y una reorganización emocional de sus experiencias relacionales tempranas.

Este proceso no fue inmediato, pero sí transformador. Con el tiempo, Violeta aprendió a distinguir cuándo se estaba alejando por protección, y cuándo realmente necesitaba espacio. Comenzó a relacionarse desde un lugar más conectado consigo misma y con los demás. 

Bibliografia

Beck, A. T. (1995). Cognitive therapy: Basics and beyond. The Guilford Press.

Bleichmar, E. (2005). Manual de psicoterapia de la relación padres e hijos. Editorial Paidós.

Bowlby, J. (1982). Attachment and loss: Vol. 1. Attachment. Basic Books.

Brown, B. (2021). Atlas of the heart: Mapping meaningful connection and the language of human experience. Random House.

Cacioppo, J. T., & Patrick, W. (2008). Loneliness: Human nature and the need for social connection. W.W. Norton & Company.

Freeman, A., Pretzer, J., Fleming, B., & Simon, K. (2004). Clinical guide to cognitive therapy of anxiety disorders. The Guilford Press.

Levine, A., & Heller, R. (2012). Attached: The new science of adult attachment and how it can help you find – and keep – love. TarcherPerigee.

Minuchin, S. (1974). Families and family therapy. Harvard University Press.

Nichols, M. P. (2020). The essentials of family therapy (7th ed.). Pearson.

Riso, W. (2010). ¿Amar o depender? Cómo saber si una relación te hace bien o te hace daño. Editorial Planeta.

Schwartz, R. C. (2001). Internal family systems therapy. The Guilford Press.

Shapiro, F. (2018). EMDR: La terapia de desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares. Editorial Desclée de Brouwer.

¡Hola!

Soy Silvia Duran, psicóloga desde hace más de 10 años, y estoy especializada en ayudar a mis pacientes a solventar problemas.
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