La culpa es una emoción compleja que, en dosis adecuadas, puede fomentar la reflexión y el crecimiento personal. Sin embargo, cuando se vuelve excesiva o injustificada, puede generar altos niveles de ansiedad, depresión y baja autoestima (Tangney et al., 2007).
Sofia, una mujer de 34 años, acude a terapia abrumada por una constante sensación de culpa. A pesar de ser dedicada en su trabajo y atenta con su familia, siente que nunca es suficiente: “Si descanso, me siento mal porque debería estar siendo productiva. Si tomo una decisión por mí misma, pienso que estoy siendo egoísta o mala persona”.
Durante las sesiones, exploramos cómo Sofia internalizó desde niña la creencia de que debía anteponer las necesidades de los demás para ser valorada. Creció en un entorno donde los errores se castigaban severamente y la autoexigencia se mezclaba con una excesiva responsabilidad. Esto la llevó a desarrollar una culpa desadaptativa que en la actualidad estaba afectando a su bienestar emocional y a su capacidad para tomar decisiones sin ansiedad.
¿Por qué sentimos culpa?
La culpa surge de un conflicto entre nuestras acciones y nuestro sistema de valores. Puede dividirse en dos tipos principales:
- Culpa adaptativa, que nos ayuda a reparar errores y fortalece los lazos sociales.
- Culpa desadaptativa, que aparece incluso cuando no hemos hecho nada objetivamente malo y puede derivar en ansiedad y autocrítica excesiva.
Si bien la culpa adaptativa nos impulsa a reparar el daño y mejorar nuestras relaciones, la culpa desadaptativa puede generar un bucle de rumiación y autocrítica que afecta nuestra capacidad de regular las emociones y tomar decisiones de manera equilibrada (Bybee & Quiles, 1998).
La culpa como emoción corrosiva
En su libro “Emociones corrosivas”, Ignacio Morgado analiza cómo emociones como la culpa pueden convertirse en factores que deterioran nuestra calidad de vida. Morgado explica que la culpa, cuando es excesiva, puede generar altos niveles de ansiedad, depresión y baja autoestima, afectando nuestras relaciones y nuestra percepción de nosotros mismos.
La culpa patológica está relacionada con un exceso de autoexigencia y con estilos de apego ansioso o evitativo (Mikulincer & Shaver, 2016). Además, los niveles de culpa elevados están vinculados a trastornos del estado de ánimo, ya que pueden generar un ciclo de pensamientos rumiativos que mantienen la ansiedad y la depresión (O’Connor et al., 2002).
Enfoque terapéutico desde el IFS
La Terapia de Sistemas de la Familia Interna (IFS) propone que nuestra mente está compuesta por múltiples “partes” que interactúan entre sí. Estas partes pueden incluir aspectos protectores, críticos internos y partes vulnerables que han sido heridas en el pasado.
El objetivo del IFS es ayudar a las personas a identificar y sanar estas partes internas para lograr una mayor armonía y bienestar.
La evidencia sugiere que la IFS puede ser eficaz en el manejo de emociones complejas como la culpa, al promover el equilibrio entre estas partes internas y reducir la autocrítica excesiva (Sweezy & Ziskind, 2013). Asimismo, estudios preliminares han mostrado su efectividad en la reducción de síntomas de ansiedad y en la mejora del bienestar emocional general (Schwartz & Sweezy, 2020).
En la terapia con Sofia, utilizamos el enfoque IFS para identificar las diferentes partes de su mente relacionadas con la culpa:
- Parte crítica: Una voz interna que le recordaba constantemente sus supuestas fallas y la impulsaba a ser perfecta.
- Parte complaciente: El aspecto de Sofia que sentía la necesidad de satisfacer a los demás para evitar conflictos y ganar aceptación.
- Parte vulnerable: La niña interna que temía el rechazo y buscaba desesperadamente aprobación.
A través de la terapia, Sofia aprendió a interactuar con estas partes, entendiendo sus motivaciones y brindándoles compasión. El trabajo de Sofia no solo consistió en reconocer sus partes, sino también en aprender a sostenerlas con una mirada compasiva, entendiendo que cada una había intentado protegerla en el pasado. Este proceso le permitió reducir la autocrítica y establecer límites saludables en sus relaciones personales y profesionales.
Integrando y sanando nuestras partes internas
El caso de Sofia ilustra cómo la culpa puede fragmentar nuestra psique y afectar nuestro bienestar. Sin embargo, mediante enfoques integrativos como el IFS y una comprensión profunda de las emociones corrosivas, es posible sanar nuestras partes internas y transformar la culpa en una herramienta para el crecimiento personal.
Así como Sofia, todos llevamos dentro partes que pueden hacernos sentir atrapados en la culpa. Pero con autoconocimiento y un trabajo terapéutico adecuado, podemos aprender a escucharlas, sanarlas y encontrar una forma más amable de relacionarnos con nosotros mismos.
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Bibliografia
Bybee, J., & Quiles, Z. (1998). Guilt and mental health. En J. Bybee (Ed.), Guilt and Children (pp. 269–291). Academic Press. https://doi.org/10.1016/B978-012148610-5/50013-8
Mikulincer, M., & Shaver, P. R. (2016). Attachment in adulthood: Structure, dynamics, and change (2nd ed.). Guilford Press.
Morgado, I. (2017). Emociones corrosivas: Cómo afrontar la envidia, la codicia, la culpabilidad, la vergüenza, el odio y la vanidad. Ariel.
O’Connor, L. E., Berry, J. W., Weiss, J., Bush, M., & Sampson, H. (2002). Interpersonal guilt: The development of a new measure. Journal of Clinical Psychology, 58(7), 853–872. https://doi.org/10.1002/jclp.20027
Schwartz, R. C., & Sweezy, M. (2020). Internal Family Systems Therapy (2nd ed.). Guilford Press.
Sweezy, M., & Ziskind, E. L. (2013). Innovations and elaborations in Internal Family Systems therapy. Routledge.
Tangney, J. P., Stuewig, J., & Mashek, D. J. (2007). Moral emotions and moral behavior. Annual Review of Psychology, 58, 345–372. https://doi.org/10.1146/annurev.psych.56.091103.070145