Nuestra mente
La mente nos ayuda a procesar e interpretar la información de nuestro entorno a través de los procesos cognitivos. Estos procesos se dividen en dos partes: la mente consciente, que constituye el 5% de nuestras conductas y decisiones, y la mente inconsciente, que constituye el 95%.
Los pensamientos
Los pensamientos son los productos elaborados por nuestra mente, esenciales para dar sentido a la realidad que vivimos. En esta línea, podemos distinguir dos tipos básicos de pensamientos:
- Los voluntarios, que decidimos tener de manera consciente y podemos controlarlos y dejarlos de lado cuando lo deseamos. No nos enganchemos a ellos y no nos causan malestar emocional significativo.
- Los involuntarios, que aparecen de manera inconsciente y cuesta controlarlos y dejarlos de lado. Nos enganchamos a ellos y a menudo nos provocan intenso malestar emocional.
Es importante comprender que los pensamientos, tanto voluntarios como involuntarios, surgen de nuestra mente y, por tanto, están sujetos a nuestras interpretaciones, creencias y análisis personales. Así son intrínsecamente subjetivos y no definen necesariamente la realidad.
Los pensamientos intrusivos
Los pensamientos involuntarios pueden generar pensamientos intrusivos, estos son ideas repetitivas e irracionales que aparecen en nuestra mente de manera involuntaria, con una elevada carga emocional que nos genera malestar. Identificarlos nos permite comprender mejor su naturaleza y su impacto en nuestras vidas.
Las distorsiones cognitivas
En ese punto entran en juego las distorsiones cognitivas.
Según Beck (1983), estas son errores en el procesamiento de la información, pensamientos erróneos que asumimos sobre nosotros mismos y nuestro entorno. Estas comparten como característica principal un sesgo en la información procesada, que altera el comportamiento (Gómez, 2012), se desarrollan a través de patrones de asociación, influidos por el aprendizaje y las experiencias vividas.
Todos experimentamos distorsiones cognitivas en algún momento de nuestras vidas, pero se convierten en un problema cuando no las identificamos como errores y las aceptamos como válidas, convirtiéndose en un patrón de pensamiento habitual.
Interpretar nuestra realidad basándonos en distorsiones cognitivas nos afecta negativamente, haciéndonos autocriticarnos, frustrarnos y limitando nuestro crecimiento personal. A largo plazo, estas distorsiones pueden favorecer la aparición de trastornos de ansiedad, depresión, cambios en el estado de ánimo y otros problemas relacionados con la autoestima y las relaciones interpersonales. Por lo tanto, estas distorsiones cognitivas son un agravante de la alteración emocional (Beck, 1995; Gómez, Silva & Amon, 2017; Rodríguez -Testal et al, 2002).
Es crucial comprender que las distorsiones cognitivas comparten ciertas características comunes:
- Son pensamientos involuntarios y automáticos que no nos ayudan a adaptarnos al entorno.
- Producen emociones intensas y duraderas.
- Generan malestar psicológico.
- Son aprendidas.
- No son objetivas, sino basadas en juicios de valor subjetivos.
Mckay, Davis y Fanning (1988) construyen un listado de 15 tipos de distorsiones cognitivas, de las cuales en este artículo destacaremos las más conocidas y frecuentes (Camacho, 2003; Kertész, 2013):
- Pensamiento dicotómico: Interpretar las situaciones en categorías extremas.
- Catastrofismo: Exagerar y anticipar las consecuencias negativas de una situación.
- Lectura del pensamiento: Deducir los pensamientos o intenciones de los demás sin evidencia.
- Sobregeneralización: Sacar conclusiones generales a partir de un hecho aislado.
- Filtrado mental: Valorar un hecho a partir de un solo aspecto de la situación.
- Magnificación/minimización: Exagerar los errores y minimizar los logros.
- Razonamiento emocional: Considerar nuestras emociones como evidencia de la verdad.
- Personalización: Atribuirse la responsabilidad de situaciones negativas.
Las distorsiones cognitivas persisten porque no las cuestionamos. Para comenzar a abordarlas, es fundamental identificarlas, someterlas a una reflexión objetiva y buscar pensamientos alternativos. Al hacerlo, nuestras emociones y conductas pueden cambiar.
En conclusión, comprender los pensamientos, las distorsiones cognitivas y los procesos mentales es esencial para promover una mentalidad más saludable y adaptativa. Identificar y abordar las distorsiones cognitivas puede mejorar significativamente nuestra calidad de vida y bienestar emocional.
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Bibliografía
Beck, A. T., Epstein, N., & Harrison, R. (1983). Cognitions, attitudes and personality dimensions in depression. British Journal of Cognitive Psychotherapy.
Camacho, J. (2003). El ABC de la terapia cognitiva. Buenos Aires. Recuperado de http://fundacionforo. com. ar/pdfs/archivo23. pdf.
Gómez, A. (2012). Evaluación de Riesgo de Suicidio: Enfoque Actualizado. Revista Médica Clínica Las Condes, 23(5), 607-615. Disponible en: https:// www.clinicalascondes.cl/Dev_CLC/media/Imagenes/PDF%20revista%20 m%C3%A9dica/2012/5%20sept/11_Dr–Alejandro-Gomez-C.-4.pdf
Gómez, A., Silva, H. & Amon, R. (2017). Prevención del Suicidio: Teoría y Práctica. Chile: Editorial Mediterráneo.
Kertész, R. (2013). Cambio cognitivo: 27 técnicas. Revista de análisis transaccional y psicología humanista, (69), 181-191
Mckay, M., Davis, M. & Fanning, P. (1988). Técnicas cognitivas para el tratamiento del estrés. Primera edición. España: Martínez Roca S. A.
Rodríguez-Testal, J.F., Carrasco, M.A., Del Barrio, V., & Catalán, Mª. C. (2002). Errores cognitivos en jóvenes y su relación con la sintomatología depresiva. Anuario de Psicología, 33(3), 409-432. Disponible en: https://idus.us.es/xmlui/bitstream/ handle/11441/43142/Errores%20cognitivos.pdf?sequence=1